Cómo fue el primer manual para la industria del vino en Argentina, impulsado por uno de los primeros bodegueros del país.
El mendocino Eusebio Blanco fue un político emigrado a Chile en 1841 y que luego de su regreso, tras la caída de Juan Manuel de Rosas, se dedicó a producir vinos y champán, con una producción propia de botellas.
Blanco, que luego sería suegro de Tiburcio Benegas, unos de los primeros grandes bodegueros del país, editó una adaptación, más que traducción, de un texto del enólogo francés Henry Machard, que en 1870 apareció en Buenos Aires con el título de El Manual del viñatero en Mendoza.
Como señalan Ana María Mateu y Steve Stein, “este trabajo se convirtió en un verdadero, y casi único, libro de instrucciones para la industria argentina en sus años de inicio”.(1)
El prefacio A los viñateros de Mendoza señalaba: “Este manual […] tiene por principal objeto sacar a la industria vinícola de Mendoza del estado embrionario en que hoy se encuentra, y el de interesar también a las provincias de San Juan, La Rioja, Catamarca y Salta, que al presente tienen bastante producción, a que ensayen los procedimientos que se indican y que cada cual puede verificar a su agrado”. (2)
El texto incluía también recomendaciones para el cultivo y mantenimiento de las viñas, la instalación de bodegas y la elaboración de distintos vinos.
Entre esas observaciones, Blanco señalaba que todas las variedades de uva disponibles en Mendoza “están coleccionadas en la quinta de aclimatación del inteligente profesor Miguel Pouget, donde hemos podido examinarlas prolijamente y gustarlas en la época de su sazón, estando ya gran parte de esta colección en poder de varios propietarios, quienes las cultivan con esmero”.
También mostraba su carácter de emprendedor, anticipado a los tiempos cruciales en la elaboración del vino. Así lo escribía: “Cualquiera que comprenda el valor del tiempo podrá imaginarse que cuanto más se aproxime el ferrocarril, más se acerca el día en que el labrador tenga el mercado para sus frutos a las puertas de su casa; y por consiguiente, más necesidad de trabajo y producción. Y cuando el ferrocarril llegue hasta Mendoza, un despacho telegráfico hará que el comerciante, sin salir de su casa, realice una especulación, y que reciba mercaderías tres o cuatro días después de haberlas pedido a su comitente. Estas observaciones tienden a demostrar y de perfeccionar el vino, que será indudablemente uno de los primeros y más valiosos productos de la agricultura de la provincia”.
Eusebio Blanco también le daba gran importancia al embotellado. En marzo de 1870, mientras el Manual iba la imprenta, en Mendoza se había creado una sociedad anónima mixta, con participación del Estado provincial y de capitales privados: la Fábrica de Cristales que, con maquinaria y herramientas importadas de Francia comenzó a producir en noviembre de 1873.
La empresa fracasó porque se seguía prefiriendo los envases de cerámica y todavía no se había asumido con creces las ventajas del vidrio. Cerró sus puertas en abril de 1874 y sus bienes fueron rematados.
El Manual siguió siendo durante muchos años un material imprescindible de consulta para los emprendedores vitivinícolas, que harían grande nuestra industria del vino con el correr de las décadas.
Citas: 1. Ana María Mateu y Steve Stein (comp.), El vino y sus revoluciones. Una antología histórica sobre el desarrollo de la industria vitivinícola argentina, Editorial de la Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, 2008, pág. 190.
2. Eusebio Blanco, Manual del viñatero en Mendoza, en Mateu y Stein (comp.), op. cit., págs. 195-213, de donde están tomadas las demás citas del “Manual…”.
Fuente: 25/08/2019 Clarín.com Viva. Fepile Pigna
Imagen: Daniel Feldman – Archivo Clarín